Versión en castellano del artículo publicado en El País (ed. Cataluña, supl. Quadern)
el 29 de marzo de 2023 – https://elpais.com/quadern/2023-03-29/per-un-mercat-amb-peix-mes-variat.html
Por
un Mercado con pescado más variado
Miquel Porta, Joan Benach, Carme Borrell, Daniel G. Abiétar, Cristina Rius, Esteve Fernandez, Montse Ferrer, Olatz Garin, Andreu Segura, Xavier Castells, Xavier Bonfill y Pedro Alonso
La
sociedad tiene que expresar mejor qué retornos pide a lo que invierte en
investigación
En salud hace falta equilibrio entre las inversiones en investigación fundamental
y
en investigación aplicada
El proyecto del Mercat del Peix [Mercado de Pescado] tiene que ser tan inclusivo como sea posible. La necesidad social y científica de integrar la investigación en salud pública es clara
La reflexión que se desarrolla en Barcelona a propósito de este proyecto es claramente relevante para otros proyectos parecidos en otras partes de España
Las excavadoras ya agujerean el solar del nuevo Mercat del Peix [Mercado de Pescado]. Es parte de la Ciutadella del Coneixement, una iniciativa urbanística, cultural y científica potencialmente muy relevante. Por lo tanto, los consensos y las aportaciones críticas constructivas también lo son. Relevantes. Este artículo quiere proponer un debate que todavía no se está produciendo –ni en Barcelona ni en el resto de España– y que, hablando de investigación, habla de nuestro modelo de sociedad y de progreso.
El nuevo Mercado se sitúa entre el
Parque de la Ciutadella, la Vila Olímpica, la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y
la Ronda del Litoral; esta última es una de las barreras físicas que la nueva
Ciutadella superará. Otras barreras son invisibles a primera vista, pero no
menos reales. A pesar de que el Mercado tendrá una extensión física de una o
dos manzanas del Ensanche barcelonés, creará un nuevo nodo económico y
científico con una influencia plausible en las redes científicas, técnicas y
económicas globales. Con beneficios también locales, claro.
Actualmente en el proyecto tienen un
papel académico o político y económico decisivo la UPF y el Barcelona Institute
of Science and Technology (BIST), el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat
de Cataluña y al menos dos o tres ministerios del gobierno estatal, como el de
ciencia y el de universidades. Asimismo empresas como Renfe y Adif, que también
tienen suelo en la zona. Intervienen también varias empresas de ingeniería,
arquitectura y abogados, así como el Incasol [Instituto Catalán del Suelo] y
Barcelona de Servicios Municipales (B:SM). Signos de la envergadura del proyecto.
El BIST es una organización basada en algunos de los mejores
centros de investigación catalanes, como el Centro de Regulación Genómica
(ubicado dentro del Parque de Investigación Biomédica de Barcelona [PRBB],
situado física y simbólicamente entre la Ronda y la histórica Playa del
Somorrostro), el Instituto de Bioingeniería de Cataluña, el Instituto de
Ciencias Fotónicas, el Instituto de Nanociencia y Nanotecnología o el Instituto
de Investigación Biomédica de Barcelona (fundado por la UB). El liderazgo del
BIST (también “paraguas” y “pararrayos”) tendría que dar en la red de centros
vinculada al Mercado del Pescado (estén esos centros físicamente en un lugar
metropolitano u otro) un plus, ventajas emergentes.
En el proyecto del Mercado del Pescado
también participan otras instituciones de la UPF, además de la UB y la UAB. El
papel de estas dos últimas se está definiendo, pues está claro que podrían
ayudar a multiplicar efectos; también lo podrían hacer otras universidades
metropolitanas como la UPC, la UOC o la URL. No son cuestiones triviales para
la economía de Cataluña. Por ejemplo, conviene explicar mejor qué perdemos
todos y que pierde cada institución cuando una quiere ir a lo suyo, cuando no
remamos juntos con sincronía. Qué ganamos y qué perdemos en el único mercado que hay. En el planeta.
Partiendo de lo que ya hacen los
centros que cobija el BIST, el Mercado de Pescado ampliará la investigación en
biomedicina. Es una opción muy interesante, científicamente y económicamente.
‘Biomedicina’ tiene varios significados posibles. Simplificando, en un eje de
prioridades están los contenidos más biológicos, individualistas, tecnológicos
y comerciales; y en otro eje –más allá de lo que en la práctica se entiende por
‘biomedicina’– tenemos las visiones más integradoras de las dimensiones
clínicas, sociales, ambientales, culturales y colectivas de la salud humana.
Conviene pues que las ciudadanas y ciudadanos ponderemos la orientación
prioritaria del trabajo que se hará en el Mercado.
Debate ciudadano sobre la investigación
Algunos pensamos
que se puede lograr una integración óptima de lo mejor de los dos ejes. La
derecha acostumbra a tenerlo claro: preferencia por el primer eje y exclusión
factual del segundo (tenemos ejemplos aquí mismo). Las otras visiones –desde
los liberales hasta la izquierda– apenas se han escuchado, a pesar de que han
salido en las fotos. Los influencers
de la política, las humanidades y el periodismo tienen que intervenir en el
debate.
En el Mercado del Pescado y en
colaboración con algunos hospitales, como el Hospital de Mar y otros centros
globales, el BIST quiere reforzar líneas de investigación de larga trayectoria
en la ciudad en las actualmente llamadas “medicina de precisión” y “medicina
personalizada”, expresiones que también merecen reflexión. A través de ellas el
BIST impulsará sobre todo investigación en las “fronteras del conocimiento”: es
decir, investigación básica o fundamental. Y también investigación
“translacional”: clínica, la que intenta transferir o aplicar los
descubrimientos a la práctica médica, por ejemplo. ¿Sobre qué se prevé
investigar? Se habla de superpatógenos, del cáncer y otras patologías, y se
mencionan técnicas: las genómicas y otras “ómicas”, la bioinformática, la bioingeniería,
la nanotecnología.
Actualmente, son campos
científicamente y económicamente atractivos en todo el mundo. Lo son para los
auténticos inversores, para algunos especuladores, y para muchas start-ups, empresas con un alto riesgo
de fracaso en búsqueda de inversiones y subvenciones; hoy estas empresas son un
El Dorado para bastantes investigadores.
Conviene, pues, que en los espacios
de inversión pública desarrollemos instrumentos para evaluar tecnologías y para
prevenir o corregir los estragos de las burbujas especulativas; también los de
las burbujas científicas, así como los fraudes que a veces se dan. Hace falta
que todos seamos exigentes con el destino y los retornos de la investigación a
la cual dedicamos el dinero público y con las cuentas que rendimos los receptores.
Esto también es velar por la sostenibilidad del sistema y del planeta. Es
ciencia ciudadana, participación. Cultura y ética. País. Política real.
El BIST también prevé trabajar en el
diseño y la validación clínica de diagnósticos y tratamientos.
Para verificar científicamente esta utilidad clínica, durante décadas la
metodología epidemiológica, la estadística y la informática han sido herramientas
contrastadas, muy fructíferas científicamente y socialmente. Han proporcionado los
cimientos metodológicos (evitando sesgos y resultados erróneos) y nos han dado una
visión amplia de las causas estructurales y de las soluciones sociales de las
enfermedades. Su relevancia científica y económica en el Mercado del Pescado es
obvia. No obstante, actualmente casi no tiene previsto un lugar. No tendrá el
que conviene si los líderes ciudadanos no lo exigen.
También forma parte del proyecto el
Centro de Investigación e Innovación para el Bienestar Planetario, que podría
desarrollar algunos proyectos con el Instituto de Biología Evolutiva. Aun así,
hoy parece que estos centros prácticamente no se dedicarán a cuestiones de
salud pública y equidad. Tampoco las humanidades y las ciencias sociales ocupan
de momento más de unos milímetros en los metros y metros de texto del proyecto
del Mercado del Pescado.
Universidad y sociedad
A
pesar de la nueva galerna de riesgos planetarios, que otras veces han hecho
naufragar proyectos de investigación encomiables –como el que en 2009 tenía que
fondear junto al Hotel W o Vela–, es muy improbable que esta vez el pescado
muera a pie de playa. La tenacidad merece la pena. Magnífico.
La última puesta
en escena del
proyecto es elocuente: en el campus de la Ciutadella, en la bella capilla laica
de Antoni Tàpies –un “espacio de reflexión y meditación”–, Pere Aragonès, Ada
Colau, Diana Morant, Joan Subirats, los rectores de la UPF, la UB y la UAB,
consejeros, autoridades numerosas. Una declaración de intenciones políticas
clara. Cooperación, economía del conocimiento... Meditación: ¿podemos apoyar al
proyecto de verdad? Es decir, darle un apoyo crítico, que es el único
auténtico. Entonces, pensemos: ¿qué tipos de investigación queremos y para qué?
¿Financiados por quién y destinados a quién? ¿Con unos beneficios a medio y
largo plazo para quién?
Así, pues, el Mercado del Pescado
promete fundadamente. Pero sería raro que fuese fresco todo el pescado que luce
en la parada. Valoremos el que lo es. Pidamos el que no hay.
Aunque el volumen del proyecto fuese
menor, aunque no estuviéramos ante una operación política, ciudadana,
económica, urbanística, empresarial, cultural y académica importante... aunque
no operaran estos factores, también tendríamos que analizar los contenidos
científicos, académicos, culturales y económicos del proyecto. Evidente: si lo
tenemos que hacer no es a pesar de estos factores, sino a causa de ellos.
Lo tenemos que hacer por sentido
cívico, por responsabilidad presupuestaria y porque amplios sectores ciudadanos
hemos avanzado en la práctica de analizar y debatir sobre el valor social de
los diferentes tipos de investigación, sobre las estrategias para promoverlos y
sobre qué queremos de la universidad. Las recientes leyes sobre ciencia y
universidades se afanan en estimular estos análisis y debates. Cómo lo intentan
también varias iniciativas culturales de fundaciones privadas y de instituciones públicas.
Además, las reflexiones las tenemos que organizar en un momento histórico
extremadamente delicado (nuevos estallidos de burbujas financieras, riesgo de conflicto
nuclear, crisis ecológica). Crisis sindémicas, vertiginosas, profundas.
Por lo tanto, con una brújula
cultural y académica más diversa, el Mercado puede navegar mejor y generar
beneficios más amplios de los que se proyectan. Es un reto por todos y no menos
por los líderes sociales. Hoy sus miradas sobre asuntos científicos parecen
todavía poco analíticas, bastante reverenciales.
Cómo veis quienes lamentáis la
teatralización de la política, su frecuente vacío o inconsecuencia, este artículo
está tratando un caso de política-real, de política-con-impactos para la
colectividad.
Una
prueba: incluir la investigación en salud pública
El proyecto del
Mercado, que es sólido desde unas visiones científicas determinadas, válidas,
tiene que ser tan inclusivo académicamente y científicamente como sea posible.
La integración de la investigación y la docencia avanzada de la salud pública
es una oportunidad clara. Una prueba o test de coherencia. Y un deber práctico
hacia Cataluña.
Es necesario que haya un equilibrio
entre las inversiones en investigación fundamental y en investigación aplicada.
Invertir en investigación básica o fundamental –que probablemente dará pocos
retornos tangibles, por definición y por naturaleza– es necesario. Pero no
excluyendo las inversiones en investigación aplicada que nuestra sociedad
necesita. En el ámbito de la salud, hace falta que invirtamos bien en
investigación clínica y en investigación de alcance social. En cuanto a esta
última, en el espacio del Mercado tienen que ser áreas de inversión claras la
investigación en epidemiología y salud pública, en salud laboral y ambiental,
en políticas públicas, en las causas y consecuencias para la salud de tipo
ético y cultural. Hay que tener en cuenta que la investigación sobre los
determinantes sociales y ambientales de la salud tiene muchos menos recursos que la investigación biomédica.
Tanto la ciudadanía y las autoridades más progresistas como las liberales de
verdad tienen que valorar esta amplitud de miradas y prácticas. Y valorar que
Barcelona puede reforzar las capacidades académicas que ya tiene (muy frágiles
e insuficientes, pero no inexistentes) en estas áreas con aplicaciones plausibles
para la salud colectiva y la equidad en un mundo justo y habitable.
Tenemos cierto derecho a querer
dejar atrás la pandemia por COVID-19. Pero no a olvidar sus lecciones. No tenemos derecho, en
especial, a soslayar las carencias institucionales, humanas y materiales que
debilitaron su prevención, agravaron la tardanza y la ineficacia al responder, y
provocaron la inadecuación trágica de tantas medidas insuficientes o erróneas.
Nadie niega que la universidad –colaborando con las instituciones de salud
pública– tiene un papel esencial para prepararnos mejor para la próxima pandemia y para tantas otras epidemias
cotidianas. Formando profesionales, generando conocimientos y cambiando prácticas,
fundamentando políticas que ayuden a cambiar ya ahora las causas sociales y
ambientales de tantos procesos patológicos por la salud, la equidad, la
ecología y la economía real. La pandemia nos ha recordado de una manera
sobrecogedora la relevancia científica y social que tiene la salud pública.
Todo el mundo sabe que las inversiones bien hechas rendirán beneficios. No se
entendería que no fortaleciéramos las instituciones más necesarias.
No partimos de cero. Gracias al
compromiso individual de muchos profesionales, y a pesar del desigual apoyo
institucional, Barcelona es objetivamente uno de los nodos globales más
potentes de investigación y docencia avanzada en salud pública. Los indicadores de producción
científica son claros. También los docentes. Numerosos programas de posgrado
son reconocidos internacionalmente, entre ellos los másteres en Salud Pública
(UPF - UAB), en Salud Global (UB - ISGlobal) y en Salud Planetaria (UOC - UPF).
Pero la universidad no tiene que
atender solo a los rankings mundiales. Un trabajo fundamental de la universidad
–fundamental en el sentido que más
entendemos– es velar por las necesidades locales. Y en este sentido Cataluña
también recibe los beneficios de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, un
caso ejemplar en Europa. El país también se beneficia de los profesionales que
siguen los diplomas en salud pública de corta duración que la UPF ha emprendido
con celeridad durante la pandemia; y de los otros programas de larga
trayectoria y prestigio de las otras dos universidades ya presentes en el
proyecto del Mercado (UB y UAB, ampliables a otras). Hace falta que más
organizaciones e instituciones pongamos en valor y desarrollemos esta riqueza
científica y técnica, invirtiendo recursos. Nuevamente, como parte de una
cultura política y científica más atenta y constructiva. En ello nos va nuestro
presente y el futuro.
Miquel
Porta, Joan Benach, Carme Borrell, Daniel G. Abiétar, Cristina Rius, Esteve
Fernandez, Montse Ferrer, Olatz Garin, Andreu Segura, Xavier Castells, Xavier
Bonfill y Pedro Alonso
son profesores de salud pública en varias universidades de Cataluña.