Tuesday 30 May 2023

 

The Global Plastics treaty

Leonardo Trasande, Marina Fernandez y Miquel Porta

 

The negotiation of the treaty needs to be ethical, scientific, inclusive and transparent

 

Eight years after the 2015 Climate Accords, Paris is yet again the historic site of a new major treaty negotiation that is crucial for the planet and citizens’ health: the Plastics Treaty. Many types of plastics have released chemicals and particles that have contaminated wildlife, oceans, and humans. Virtually everyone living today has mixtures of chemicals used in plastics that hack our hormones and contribute to chronic disease. Notwithstanding the uncertainties usual in science, the science is sufficient to act and doubts are not about whether we have a problem, but how many and deep the wounds are. That is why the United Nations launched plans last year to negotiate an internationally legal binding instrument to end plastic pollution.

However, in the lead up to the second meeting of the International Negotiating Committee, parts of science are at risk of being excluded. Specifically, leading health organizations will be permitted to have one observer representative each. Some industries struggling to preserve the harmful current status quo, particularly fossil fuel manufacturers, are trying to pack the treaty process in a way that overemphasizes recycling and does not address the enormous production of plastics that are overwhelming the Earth and spilling out as waste. The United Nations Environment Program has tentatively issued a blueprint to suggest a path forward that minimizes the need to reduce plastic.

It is also particularly troubling to see that the plastics treaty might promote voluntary agreements rather than commitments to strict targets and explicit bans on chemicals of concern. As we have seen from the climate treaty, voluntary commitments are easily missed and dismissed. We are already seeing some companies failing to meet earlier voluntary commitments to reduce plastic pollution.

The ongoing process of negotiation of the treaty needs to embrace the best available science. Doubt is manufactured easily by those with vested interests. Efforts to get lead out of paint and gasoline, and to limit tobacco were constantly beset by biased representations of the data. These manipulations delayed action and harmed human and planetary health.

We need a better role for independent scientists as the treaty is laid out. And we need those directly affected to seat at the table. Waste pickers, for example, are highly exposed to the chemicals used in plastics and suffering the consequences. Plastic is being made more and more in low- and middle-income countries with weak infrastructure to protect the public.

It is feasible to achieve more transparency and inclusiveness in shaping the treaty. The United Nations Environment Program has suggested that 703 stakeholder organizations have been registered for the Paris and subsequent meetings. Only some 100 of these appear to be environmental and public health organizations. A former lobbyist states that some industries are establishing shell organizations to get accreditation. To minimize ethical conflicts, interests need to be documented following available procedures.

Set up a transparent process driven by science, and the treaty has a predictable, and correct, framework. We need to learn from the climate treaty and bind countries to their commitments. Only 9% of plastic is recycled, and the most aggressive estimates suggest that percentage can only increase to 30-40%. With plastic production rapidly increasing worldwide, plastic waste will only grow. Chemical and physical recycling are not the solution either: we know that recycled plastics are contaminated with toxic chemicals, even more than virgin plastics. We can restrict hazardous chemicals from being used in plastics, and stop the burning of plastics, which make carcinogenic dioxins.

There are other crucial pieces to the treaty, such as supporting low-income countries to do the right thing and decrease plastic production. All these issues are and will remain in the public agenda. Because many of us know that even if we cool the planet, a weak plastics treaty will leave the next generation too sick to enjoy it.

 

Leonardo Trasande, Marina Fernandez y Miquel Porta are researchers in environmental health in New York, Buenos Aires and Barcelona

 

Wednesday 12 April 2023

 Versión en castellano del artículo publicado en El País (ed. Cataluña, supl. Quadern)

el 29 de marzo de 2023 – https://elpais.com/quadern/2023-03-29/per-un-mercat-amb-peix-mes-variat.html

 

Por un Mercado con pescado más variado

Miquel Porta, Joan Benach, Carme Borrell, Daniel G. Abiétar, Cristina Rius, Esteve Fernandez, Montse Ferrer, Olatz Garin, Andreu Segura, Xavier Castells, Xavier Bonfill y Pedro Alonso

 

La sociedad tiene que expresar mejor qué retornos pide a lo que invierte en investigación

En salud hace falta equilibrio entre las inversiones en investigación fundamental

y en investigación aplicada

El proyecto del Mercat del Peix [Mercado de Pescado] tiene que ser tan inclusivo como sea posible. La necesidad social y científica de integrar la investigación en salud pública es clara

La reflexión que se desarrolla en Barcelona a propósito de este proyecto es claramente relevante para otros proyectos parecidos en otras partes de España

 

Las excavadoras ya agujerean el solar del nuevo Mercat del Peix [Mercado de Pescado]. Es parte de la Ciutadella del Coneixement, una iniciativa urbanística, cultural y científica potencialmente muy relevante. Por lo tanto, los consensos y las aportaciones críticas constructivas también lo son. Relevantes. Este artículo quiere proponer un debate que todavía no se está produciendo –ni en Barcelona ni en el resto de España– y que, hablando de investigación, habla de nuestro modelo de sociedad y de progreso.

            El nuevo Mercado se sitúa entre el Parque de la Ciutadella, la Vila Olímpica, la Universidad Pompeu Fabra (UPF) y la Ronda del Litoral; esta última es una de las barreras físicas que la nueva Ciutadella superará. Otras barreras son invisibles a primera vista, pero no menos reales. A pesar de que el Mercado tendrá una extensión física de una o dos manzanas del Ensanche barcelonés, creará un nuevo nodo económico y científico con una influencia plausible en las redes científicas, técnicas y económicas globales. Con beneficios también locales, claro.

            Actualmente en el proyecto tienen un papel académico o político y económico decisivo la UPF y el Barcelona Institute of Science and Technology (BIST), el Ayuntamiento de Barcelona, la Generalitat de Cataluña y al menos dos o tres ministerios del gobierno estatal, como el de ciencia y el de universidades. Asimismo empresas como Renfe y Adif, que también tienen suelo en la zona. Intervienen también varias empresas de ingeniería, arquitectura y abogados, así como el Incasol [Instituto Catalán del Suelo] y Barcelona de Servicios Municipales (B:SM). Signos de la envergadura del proyecto.

            El BIST es una organización basada en algunos de los mejores centros de investigación catalanes, como el Centro de Regulación Genómica (ubicado dentro del Parque de Investigación Biomédica de Barcelona [PRBB], situado física y simbólicamente entre la Ronda y la histórica Playa del Somorrostro), el Instituto de Bioingeniería de Cataluña, el Instituto de Ciencias Fotónicas, el Instituto de Nanociencia y Nanotecnología o el Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona (fundado por la UB). El liderazgo del BIST (también “paraguas” y “pararrayos”) tendría que dar en la red de centros vinculada al Mercado del Pescado (estén esos centros físicamente en un lugar metropolitano u otro) un plus, ventajas emergentes.

            En el proyecto del Mercado del Pescado también participan otras instituciones de la UPF, además de la UB y la UAB. El papel de estas dos últimas se está definiendo, pues está claro que podrían ayudar a multiplicar efectos; también lo podrían hacer otras universidades metropolitanas como la UPC, la UOC o la URL. No son cuestiones triviales para la economía de Cataluña. Por ejemplo, conviene explicar mejor qué perdemos todos y que pierde cada institución cuando una quiere ir a lo suyo, cuando no remamos juntos con sincronía. Qué ganamos y qué perdemos en el único mercado que hay. En el planeta.

            Partiendo de lo que ya hacen los centros que cobija el BIST, el Mercado de Pescado ampliará la investigación en biomedicina. Es una opción muy interesante, científicamente y económicamente. ‘Biomedicina’ tiene varios significados posibles. Simplificando, en un eje de prioridades están los contenidos más biológicos, individualistas, tecnológicos y comerciales; y en otro eje –más allá de lo que en la práctica se entiende por ‘biomedicina’– tenemos las visiones más integradoras de las dimensiones clínicas, sociales, ambientales, culturales y colectivas de la salud humana. Conviene pues que las ciudadanas y ciudadanos ponderemos la orientación prioritaria del trabajo que se hará en el Mercado.

 

Debate ciudadano sobre la investigación

Algunos pensamos que se puede lograr una integración óptima de lo mejor de los dos ejes. La derecha acostumbra a tenerlo claro: preferencia por el primer eje y exclusión factual del segundo (tenemos ejemplos aquí mismo). Las otras visiones –desde los liberales hasta la izquierda– apenas se han escuchado, a pesar de que han salido en las fotos. Los influencers de la política, las humanidades y el periodismo tienen que intervenir en el debate.

            En el Mercado del Pescado y en colaboración con algunos hospitales, como el Hospital de Mar y otros centros globales, el BIST quiere reforzar líneas de investigación de larga trayectoria en la ciudad en las actualmente llamadas “medicina de precisión” y “medicina personalizada”, expresiones que también merecen reflexión. A través de ellas el BIST impulsará sobre todo investigación en las “fronteras del conocimiento”: es decir, investigación básica o fundamental. Y también investigación “translacional”: clínica, la que intenta transferir o aplicar los descubrimientos a la práctica médica, por ejemplo. ¿Sobre qué se prevé investigar? Se habla de superpatógenos, del cáncer y otras patologías, y se mencionan técnicas: las genómicas y otras “ómicas”, la bioinformática, la bioingeniería, la nanotecnología.

            Actualmente, son campos científicamente y económicamente atractivos en todo el mundo. Lo son para los auténticos inversores, para algunos especuladores, y para muchas start-ups, empresas con un alto riesgo de fracaso en búsqueda de inversiones y subvenciones; hoy estas empresas son un El Dorado para bastantes investigadores.

            Conviene, pues, que en los espacios de inversión pública desarrollemos instrumentos para evaluar tecnologías y para prevenir o corregir los estragos de las burbujas especulativas; también los de las burbujas científicas, así como los fraudes que a veces se dan. Hace falta que todos seamos exigentes con el destino y los retornos de la investigación a la cual dedicamos el dinero público y con las cuentas que rendimos los receptores. Esto también es velar por la sostenibilidad del sistema y del planeta. Es ciencia ciudadana, participación. Cultura y ética. País. Política real.

            El BIST también prevé trabajar en el diseño y la validación clínica de diagnósticos y tratamientos. Para verificar científicamente esta utilidad clínica, durante décadas la metodología epidemiológica, la estadística y la informática han sido herramientas contrastadas, muy fructíferas científicamente y socialmente. Han proporcionado los cimientos metodológicos (evitando sesgos y resultados erróneos) y nos han dado una visión amplia de las causas estructurales y de las soluciones sociales de las enfermedades. Su relevancia científica y económica en el Mercado del Pescado es obvia. No obstante, actualmente casi no tiene previsto un lugar. No tendrá el que conviene si los líderes ciudadanos no lo exigen.

            También forma parte del proyecto el Centro de Investigación e Innovación para el Bienestar Planetario, que podría desarrollar algunos proyectos con el Instituto de Biología Evolutiva. Aun así, hoy parece que estos centros prácticamente no se dedicarán a cuestiones de salud pública y equidad. Tampoco las humanidades y las ciencias sociales ocupan de momento más de unos milímetros en los metros y metros de texto del proyecto del Mercado del Pescado.

                 

Universidad y sociedad

A pesar de la nueva galerna de riesgos planetarios, que otras veces han hecho naufragar proyectos de investigación encomiables –como el que en 2009 tenía que fondear junto al Hotel W o Vela–, es muy improbable que esta vez el pescado muera a pie de playa. La tenacidad merece la pena. Magnífico.

            La última puesta en escena del proyecto es elocuente: en el campus de la Ciutadella, en la bella capilla laica de Antoni Tàpies –un “espacio de reflexión y meditación”–, Pere Aragonès, Ada Colau, Diana Morant, Joan Subirats, los rectores de la UPF, la UB y la UAB, consejeros, autoridades numerosas. Una declaración de intenciones políticas clara. Cooperación, economía del conocimiento... Meditación: ¿podemos apoyar al proyecto de verdad? Es decir, darle un apoyo crítico, que es el único auténtico. Entonces, pensemos: ¿qué tipos de investigación queremos y para qué? ¿Financiados por quién y destinados a quién? ¿Con unos beneficios a medio y largo plazo para quién?

            Así, pues, el Mercado del Pescado promete fundadamente. Pero sería raro que fuese fresco todo el pescado que luce en la parada. Valoremos el que lo es. Pidamos el que no hay.

            Aunque el volumen del proyecto fuese menor, aunque no estuviéramos ante una operación política, ciudadana, económica, urbanística, empresarial, cultural y académica importante... aunque no operaran estos factores, también tendríamos que analizar los contenidos científicos, académicos, culturales y económicos del proyecto. Evidente: si lo tenemos que hacer no es a pesar de estos factores, sino a causa de ellos.

            Lo tenemos que hacer por sentido cívico, por responsabilidad presupuestaria y porque amplios sectores ciudadanos hemos avanzado en la práctica de analizar y debatir sobre el valor social de los diferentes tipos de investigación, sobre las estrategias para promoverlos y sobre qué queremos de la universidad. Las recientes leyes sobre ciencia y universidades se afanan en estimular estos análisis y debates. Cómo lo intentan también varias iniciativas culturales de fundaciones privadas y de instituciones públicas. Además, las reflexiones las tenemos que organizar en un momento histórico extremadamente delicado (nuevos estallidos de burbujas financieras, riesgo de conflicto nuclear, crisis ecológica). Crisis sindémicas, vertiginosas, profundas.

            Por lo tanto, con una brújula cultural y académica más diversa, el Mercado puede navegar mejor y generar beneficios más amplios de los que se proyectan. Es un reto por todos y no menos por los líderes sociales. Hoy sus miradas sobre asuntos científicos parecen todavía poco analíticas, bastante reverenciales.

            Cómo veis quienes lamentáis la teatralización de la política, su frecuente vacío o inconsecuencia, este artículo está tratando un caso de política-real, de política-con-impactos para la colectividad.


Una prueba: incluir la investigación en salud pública

El proyecto del Mercado, que es sólido desde unas visiones científicas determinadas, válidas, tiene que ser tan inclusivo académicamente y científicamente como sea posible. La integración de la investigación y la docencia avanzada de la salud pública es una oportunidad clara. Una prueba o test de coherencia. Y un deber práctico hacia Cataluña.

            Es necesario que haya un equilibrio entre las inversiones en investigación fundamental y en investigación aplicada. Invertir en investigación básica o fundamental –que probablemente dará pocos retornos tangibles, por definición y por naturaleza– es necesario. Pero no excluyendo las inversiones en investigación aplicada que nuestra sociedad necesita. En el ámbito de la salud, hace falta que invirtamos bien en investigación clínica y en investigación de alcance social. En cuanto a esta última, en el espacio del Mercado tienen que ser áreas de inversión claras la investigación en epidemiología y salud pública, en salud laboral y ambiental, en políticas públicas, en las causas y consecuencias para la salud de tipo ético y cultural. Hay que tener en cuenta que la investigación sobre los determinantes sociales y ambientales de la salud tiene muchos menos recursos que la investigación biomédica. Tanto la ciudadanía y las autoridades más progresistas como las liberales de verdad tienen que valorar esta amplitud de miradas y prácticas. Y valorar que Barcelona puede reforzar las capacidades académicas que ya tiene (muy frágiles e insuficientes, pero no inexistentes) en estas áreas con aplicaciones plausibles para la salud colectiva y la equidad en un mundo justo y habitable.

            Tenemos cierto derecho a querer dejar atrás la pandemia por COVID-19. Pero no a olvidar sus lecciones. No tenemos derecho, en especial, a soslayar las carencias institucionales, humanas y materiales que debilitaron su prevención, agravaron la tardanza y la ineficacia al responder, y provocaron la inadecuación trágica de tantas medidas insuficientes o erróneas. Nadie niega que la universidad –colaborando con las instituciones de salud pública– tiene un papel esencial para prepararnos mejor para la próxima pandemia y para tantas otras epidemias cotidianas. Formando profesionales, generando conocimientos y cambiando prácticas, fundamentando políticas que ayuden a cambiar ya ahora las causas sociales y ambientales de tantos procesos patológicos por la salud, la equidad, la ecología y la economía real. La pandemia nos ha recordado de una manera sobrecogedora la relevancia científica y social que tiene la salud pública. Todo el mundo sabe que las inversiones bien hechas rendirán beneficios. No se entendería que no fortaleciéramos las instituciones más necesarias.

            No partimos de cero. Gracias al compromiso individual de muchos profesionales, y a pesar del desigual apoyo institucional, Barcelona es objetivamente uno de los nodos globales más potentes de investigación y docencia avanzada en salud pública. Los indicadores de producción científica son claros. También los docentes. Numerosos programas de posgrado son reconocidos internacionalmente, entre ellos los másteres en Salud Pública (UPF - UAB), en Salud Global (UB - ISGlobal) y en Salud Planetaria (UOC - UPF).

            Pero la universidad no tiene que atender solo a los rankings mundiales. Un trabajo fundamental de la universidad –fundamental en el sentido que más entendemos– es velar por las necesidades locales. Y en este sentido Cataluña también recibe los beneficios de la Agencia de Salud Pública de Barcelona, un caso ejemplar en Europa. El país también se beneficia de los profesionales que siguen los diplomas en salud pública de corta duración que la UPF ha emprendido con celeridad durante la pandemia; y de los otros programas de larga trayectoria y prestigio de las otras dos universidades ya presentes en el proyecto del Mercado (UB y UAB, ampliables a otras). Hace falta que más organizaciones e instituciones pongamos en valor y desarrollemos esta riqueza científica y técnica, invirtiendo recursos. Nuevamente, como parte de una cultura política y científica más atenta y constructiva. En ello nos va nuestro presente y el futuro.

 

 

  

 

Miquel Porta, Joan Benach, Carme Borrell, Daniel G. Abiétar, Cristina Rius, Esteve Fernandez, Montse Ferrer, Olatz Garin, Andreu Segura, Xavier Castells, Xavier Bonfill y Pedro Alonso son profesores de salud pública en varias universidades de Cataluña.